Una vez las tengamos limpias y secas, introducimos dentro de cada bota una bolsa de plástico que se pueda cerrar (las de cierre hermético de los congelados por ejemplo) y que se adapte a toda la superficie interior de la misma. Con este truco buscamos usar una propiedad del agua para ayudar a expandir esos milímetros que necesitamos para dejar nuestra bota perfecta.